La lingüística (del francés linguistique; este de linguiste, «lingüista» y aquel del latín "lingua", «lengua») es el estudio científico del origen, la evolución y la estructura del lenguaje, a fin de deducir las leyes que rigen las lenguas (antiguas y modernas). Así, la lingüística estudia las estructuras fundamentales del lenguaje humano, sus variaciones a través de todas las familias de lenguas (las cuales también identifica y clasifica) y las condiciones que hacen posible la comprensión y la comunicación por medio de la lengua natural.
El pirahã es considerado una lengua aislada por algunos y por otros como miembro de la misma familia que el idioma mura-bohurá, y idioma yahahí (lenguas múra-pirahã), ambas ya extintas en épocas relativamente recientes. Por lo tanto, es técnicamente una lengua aislada, sin conexión con otros idiomas actuales. A pesar de tener sólo unos 150 hablantes en 2004, repartidos en ocho aldeas a lo largo de la ribera del Maici, no puede decirse que esté en riesgo inmediato de extinción, porque la comunidad pirahã es predominantemente monolingüe.
Algunos de los rasgos de la lengua son considerados peculiares o únicos, aunque existe controversia al respecto. La principal fuente de información acerca de este idioma procede de la gramática escrita por Daniel L. Everett en 1986 y los artículos que ha seguido publicando posteriormente. Los estudios realizados por el profesor Everett sobre el idioma pirahã pretendieron poner en entredicho la teoría de la gramática universal sobre el lenguaje humano de Noam Chomsky, aunque esta conclusión ha sido puesta en entredicho por el propio Chomsky.
Latín vulgar o latín tardío (en latín, Sermo Vulgaris Latinus o Plebeius sermo; en griego, Λαϊκή Λατινική γλώσσα o Δημώδης λατινική) es un término genérico, empleado para referirse al conjunto de los dialectosvernáculos del latín vivo, hablados en las provincias del Imperio romano. La extinción como lengua viva del latín se asoció con la creciente diferenciación de estos dialectos, que condujo, hacia el siglo IX, a la formación de las lenguas romances tempranas. Algunos autores proponen distinguir técnicamente entre latín vulgar (o popular) y latín tardío (siglo IV en adelante), aunque lingüísticamente es difícil distinguir entre esas dos acepciones.
Sin embargo conviene aclarar que, desde el punto de vista de la lingüística moderna, el latín vulgar como tal es una expresión basada en una hipótesis antigua y equivocada, que suponía la existencia de dos lenguas paralelas: un latín «culto» y uno «vulgar»; pero, verdaderamente, el latín vulgar era el latín mismo, un idioma vivo y en constante evolución, mientras que el latín clásico solo se mantenía en la literatura y administración como el lenguaje escrito culto, para facilitar la comunicación entre las provincias romanas.
La variante de latín hablado difiere notablemente del estilo literario del latín clásico en su pronunciación, vocabulario y gramática. Algunos rasgos del latín vulgar no aparecieron hasta la época tardía del Imperio romano, aunque parece que muchos de sus rasgos son sorprendentemente tempranos. Otros, pueden incluso haber estado presentes mucho antes, al menos bajo la forma de latín acriollado. La mayor parte de las definiciones de «latín vulgar» suponen que es una lengua hablada antes que escrita, porque ciertas evidencias sugieren que el latín se dialectalizó o criollizó durante este período, y porque no hay pruebas de que alguien transcribiera el habla cotidiana de ninguno de sus hablantes. El estudio del latín vulgar requiere el análisis de evidencias indirectas, ya que originalmente nadie usaba intencionalmente las formas de latín vulgar cuando escribía.
Lo que hoy se sabe del latín vulgar procede de tres fuentes. La primera es el método comparativo que puede reconstruir numerosos rasgos de las lenguas romances atestiguadas, y hacer notar aquello en lo que difieren del latín clásico. La segunda fuente son varios textos de gramáticas prescriptivas del latín tardío que condenaban los errores lingüísticos que los hablantes de latín solían cometer, denuncias que ayudan a describir cómo se usaba la lengua. Finalmente, los «solecismos» y usos que se apartan del latín clásico encontrados a veces en textos de latín tardío también dan luz al habla de quien los escribió.
Para señalar el origen geográfico, se utiliza habitualmente el sintagma nominal «de + (topónimo)» en el habla coloquial[1] mientras que el empleo de los gentilicios es una particularidad del habla culta.[1] Su uso, sin embargo, no se restringe al ámbito geográfico sino que se amplía para designar características étnicas, lingüísticas, políticas y religiosas.[2]
La morfología del español establece que los gentilicios se forman añadiendo a los topónimos una serie de sufijos que «indica[n] pertenencia a un lugar». De ellos, los cuatro más frecuentemente usados en Chile son:[1][3] -ino, -ano, -eño, más sus correspondientes femeninos, y -ense.
Los gentilicios «tienden a conservarse [pues] son denominaciones de gran estabilidad, que normalmente no cambian, solo tienen variantes». En cambio, sus procesos de derivación son de «la más extravagante diversidad»: entre los fundamentos utilizados para determinar un gentilicio no solo se cuentan los lingüísticos, sino también aquellos relacionados con la cultura, la historia, la tradición y el uso.
En el caso del mapuche, la lengua indígena con mayor cantidad de hablantes en el país y que a mediados del siglo XVI se hablaba entre Coquimbo y Chiloé,[7] 26 de los 302 términos de ese origen incluidos en la vigesimosegunda edición del Diccionario de la Real Academia Española (2001)[n 1] —equivalentes al 8,60 % del total de mapuchismos— corresponden a gentilicios usados en Chile.[7][n 2]
En la lista que se detalla a continuación, se nombran los gentilicios de Chile por regiones (16), provincias (56) y comunas (346), divididos por zonas (se incluyen gentilicios obsoletos y tradicionales, y una lista de términos aplicados a ciertos extranjeros de manera coloquial o peyorativa; se excluyen los gentilicios coloquiales, apodos o remoquetes, como chorero, -ra; maucho, -cha; y melipullense, entre otros).